Con frecuencia los recién nacidos nacen con una obstrucción del conducto lagrimal, lo cual ocasiona un lloro o lagrimeo constante que periódicamente puede sobreinfectarse (manos sucias, chupetes, etc…) y ocasionar esos ojos legañosos o con secreciones que tanto asustan a los padres.
El problema normalmente no es la infección (que debe tratarse, por supuesto), sino que el origen del problema es la obstrucción de ese conducto que impide que las lágrimas drenen normalmente hacia la nariz. Es ese depósito obstruido y lleno de líquido el que se sobreinfecta y puede darnos problemas mas o menos importantes.
Lo primero que debemos decir es que deberemos tratar la infección para evitar que pueda darnos algún problema mucho más serio, e incluso en ocasiones si no mejora o va acompañado de fiebre o síntoams generales, deberemos acudir de manera urgente a un servicio de pediatría para su valoración, pues puede requerir ingreso hospitelario y tratamiento con antibióticos de forma general, pues son bebés y una infección que no responde a tratamiento debe ser frenada para evitar complicaciones más severas.
Una vez la infección ha desaparecido, el problema se centra en el origen del mismo, es decir, la obstrucción del lagrimal. En los primeros 4-5 meses de vida, la mitad de estos niños con el lagrimal obstruido suelen permeabilizarse de forma espontánea, únicamente con medidas conservadoras, haciendo un masajito periódico para evitar el acúmulo de líquido y favorecer su apertura y con tratamiento antibiótico para evitar la contaminación repetida.
Cuando en estos primeros meses la obstrucción no se resuelve, es decir, persiste el lagrimeo, el paciente debe ser sometido a lo que llamamos un sondaje quirúrgico, el cual se realiza durmiendo al niño (para evitar que le duela y poder hacerlo lentamente analizando los distintos pasos del mismo para poder confirmar y resolver la obstrucción), y pasando una sonda desde los puntos lagrimales (situados en la zona interna de los párpados, cerca de la nariz) hasta legar a la fosa nasal, donde normalmente suele estar la obstrucción, debido a que existe una válvula que en ocasiones no se ha abierto.
Durante el sondaje el oftalmólogo puede comprobar la permeabilidad del mismo, asegurando así el éxito del tratamiento.
Si postponemos este sondaje, lo que ocurre es que el éxito empeora, pues a partir del año es más frecuente el cierre del conducto tras su permeabilización que cuando se realiza antes del año de edad. Eso conllevaría la repetición del sondaje o en caso de cierres repetidos, la necesidad de dejar unos tubitos colocados durante unas semanas-meses para evitar su cierra.
En los pocos casos que el sondaje no resulta exitoso, deberemos valorar el motivo del mismo, pues puede ser debido a algún problema congénito, infrecuente, pero que debemos analizar para valorar las posibles soluciones, como puede ser la reconstrucción de la vía lagrimal, etc….
El sondaje es una maniobra que se realiza en unos minutos qy que aunque en ocasiones se realiza sin anestesia general, es mi opinión que la realización con anestesia facilita el éxito del tratamiento, pues nos permite una mejor realización del proceso, valorando el sondaje en sus distintos pasos y permitiéndonos comprobar la permeabilización, así como indudablemente es más fácil que no hagamos falsas vías (caminos erróneos), que facilitarán la persistencia del problema, así como indudablemente evitamos el dolor en el niño y hacerle pasar un rato nada deseable. Por ello siempre que la situación del paciente lo permita y salvo contraindicación general, en mi opinión es preferible la realización bajo anestesia general (sedación), que nos ofrecerá unas mayores garantías en nuestros resultados.
No es infrecuente observar falsas vías cuando se han realizado sin sedación dadas las dificultades que ello conlleva para el cirujano y las molestias que le ocasiona al niño, lo cual hace que la maniobra en ocasiones no pueda ser realizada con la pausa y controles deseables.
La gran mayoría de los sondajes que se realizan a partir de los 4-6 meses de vida resultan un éxito en su tratamiento de sondaje quirúrgico, no requiriendo más atención que unas gotas durante unos días tras el tratamiento que nos aseguren la limpieza de la vía recientemente abierta y nos disminuyan la inflamación.
La demora en el tratamiento conlleva un empeoramiento constante de la clínica, con el mayor riesgo del fracaso quirúrgico y que necesitemos hacer intervenciones mucho más agresivas con mayor riesgo en sus resultados.
No demoremos la realización de un sondaje, y sigamos las indicaciones de nuestro oftalmólogo pediátrico para ello, pues esperar en este caso puede dificultar el éxito de la intervención..